El mercado de arte, antigüedades y otros objetos culturales ha atraído a delincuentes, grupos del crimen organizado y terroristas para blanquear el producto del delito y financiar sus actividades. Los delincuentes buscan explotar la privacidad histórica del sector y el uso de intermediarios externos, mientras que los grupos terroristas pueden utilizar objetos culturales de las zonas donde operan para financiar sus operaciones.